Cd. Juarez, Chih.- La guerra en Ucrania continúa imbatible. No hay signos de una conclusión a esta tragedia, aunque es difícil imaginar que la actual situación permanezca sin cambios por mucho tiempo. La guerra dejó a la vista las dramáticas debilidades de las fuerzas armadas rusas, al tiempo que la resistencia ucrania sorprendió incluso a los expertos militares. Es más que obvio que Estados Unidos combate en una guerra “por asociación” (o vía proxy) en Ucrania, como subraya Noam Chomsky en esta entrevista exclusiva con Truthout, lo que hace muy difícil que los estrategas militares rusos tengan avances significativos.
C.J. Polychroniou (CJP): Son ya seis meses de la invasión rusa a Ucrania y aún no se ve el fin de la guerra. La estrategia de Putin fue muy contraproducente, pues no sólo no ha podido tomar Kiev, sino que revivió a la alianza occidental con la adhesión de Finlandia y Suecia. ¿Crees que Putin hubiera reconsiderado la invasión de haber sabido que esta aventura militar sería una guerra prolongada?
Noam Chomsky (NC): Leer la mente de Putin se ha convertido en una industria artesanal de personas extremadamente seguras de sí mismas, que practican la adivinación mediante la lectura de exiguas hojas de té. Tengo algunas ideas, pero éstas tampoco tienen base alguna.
Mi adivinación es que la inteligencia rusa, teniendo en cuenta las expectativas que tenía del gobierno estadunidense, creyó que conquistar Kiev e instalar un gobierno títere sería una labor fácil y no la debacle en que se convirtió. Supongo que si Putin hubiera tenido mejor información sobre la voluntad de Ucrania y su capacidad de resistir, así como de la incompetencia del ejército ruso, sus planes pudieron ser diferentes. Quizá hubieran sido lo que esperaban muchos analistas bien informados y lo que ahora parece ser el plan B de Rusia: tratar de establecer un control más firme sobre Crimea y tomar la región del Donbás.
Con una mejor información de inteligencia, Putin pudo haber tenido la sabiduría de responder seriamente a las iniciativas de Macron para lograr un acuerdo negociado que impidiera la guerra e incluso entablar pactos entre Europa y Rusia. En cambio, Putin lanzó una sangrienta guerra de agresión que es comparable a la invasión estadunidense a Irak, y a la que Hitler y Stalin perpetraron en Polonia.
Los rusos se sintieron amenazados por la expansión de la OTAN, que rompió promesas formales y nada ambiguas hechas 30 años atrás a Gorbachov por prácticamente todo diplomático estadunidense de alto nivel que alguna vez tuvo relación con Rusia.
En un estudio del Washington Post sobre los antecedentes de la invasión, George Beebe y Anatoli Lieven observan que “los esfuerzos de la administración Biden para impedir esta guerra fueron muy limitados. Como lo dijo el canciller ruso Sergei Lavrov en las semanas antes a la invasión: para Rusia “la clave de todo es garantizar que la OTAN no se expanda hacia el Este”. Sin embargo, en ninguna parte del material revisado por el Post se menciona que la Casa Blanca consideró ofrecer compromisos concretos en lo referente a una futura adhesión de Ucrania a la OTAN.
En resumen: las provocaciones continuaron hasta el último minuto. No se limitaron a socavar negociaciones sino que promovían el proyecto de integrar a Ucrania al comando militar de la OTAN y convertir muy pronto a la nación eslava en un miembro de facto de la alianza, como consta en publicaciones del ejército.
Las provocaciones fueron constantes y conscientes durante muchos años pese a las advertencias, mas no justifican que Putin recurriera a una agresión que implica un “supremo crimen internacional”. Si bien se explica este crimen, éste no tiene justificación.